
11 Dic Revista Marxismo Vivo N°17
El 3 de septiembre de este año se completan 70 años de la fundación de la IV Internacional la cual estableció en su programa el diagnóstico y la tarea de toda una etapa:
Los requisitos previos objetivos para la revolución proletaria no sólo han madurado; empiezan a pudrirse un poco. Sin una revolución socialista, y además en el periodo histórico inmediato, toda la civilización humana está amenazada por una catástrofe. Todo depende ahora del proletariado, es decir principalmente de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la
humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria.’ Justamente la IV Internacional fue fundada para superar esta contradicción por medio de la construcción de la dirección revolucionaria del proletariado a nivel internacional. Sin embargo, la nueva Internacional no consiguió cumplir con su objetivo. El poderoso aparato estalinista 110 sólo impidió que se transforme en esa dirección sino que la acabó destruyendo como embrión de la misma.
Este resultado de la historia no mostró la vigencia del estalinismo y el fracaso del trotskismo. Todo lo contrario. La historia mostró, tal como lo decía el programa fundacional de la IV Internacional, que sin revolución socialista triunfante “toda la civilización humana está amenazada por una catástrofe.” Esto que era verdadero en el año 1938 lo es mucho más en el año 2008
Por otro lado la historia también mostró que el pronóstico de la IV Internacional con respecto a la dirección estalinista también era verdadero: si esta dirección continuaba al frente de los Estados obreros estos caminarían, inevitablemente, en dirección a la restauración del capitalismo.
Lamentablemente ese pronóstico de la IV Internacional se cumplió: la restauración del capitalismo en los ex estados obreros se dio y así se perdió una de las máximas conquistas de la historia del movimiento obrero pero, esta vez, el estalinismo pagó caro su traición: las masas, con sus movilizaciones, volcaron a la mayoría de los gobiernos que encabezaron la restauración y con ellos derrumbaron al aparato estalinista.
De esta forma la batalla por construir (o en este caso reconstruir la IV Internacional comenzó a darse en un nuevo patamar. No porque la tarea haya pasado a ser fácil, o porque no tenga que enfrentar poderosos enemigos, sino porque ahora no tiene que enfrentar al más poderoso de esos enemigos: el aparato estalinista, que extraía su fuerza y autoridad de los ex estados obreros, es decir, de la usurpación que hacía de las conquistas de la revolución.
Hoy, centro de esta etapa abierta a partir de la caída del Muro de Berlín, se pueden detectar una serie notable de síntomas que indican la existencia de un incipiente pero importante proceso de reorganización revolucionario, que es necesario orientarlo en dirección a la reconstrucción de la IV Internacional. Ese es el desafío que la historia nos coloca.